sábado, 4 de abril de 2009

JUAN FERNANDO VELAZCO

OBITUARIO
Fanny Mikey, madrina del teatro latinoamericano
Fue actriz y directora del esencial Festival Iberoamericano de Bogotá
WINSTON MANRIQUE SABOGAL 17/08/2008

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¡Actriz! Sí, actriz antes que cualquier otra cosa. Eso se consideraba Fanny Mikey, una mujer argentina que se nacionalizó colombiana y logró convertir Bogotá en uno de los escenarios teatrales más importantes del mundo. Su cita cada dos años en el Festival Iberoamericano de Teatro, desde 1988, ha logrado que las miradas del mundo cultural estén atentas a lo que ocurre en la capital colombiana: innovación, vanguardia, tendencias, tradición y chispazos de futuro de todas las artes escénicas.
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Su lema para la primera edición, en 1988, fue: "Un acto de fe en Colombia"
Ése es el gran legado que deja Mickey, nacida en Buenos Aires en 1932 y fallecida ayer en Cali por una infección renal. Entre otros premios, recibió la Orden al Mérito en el Grado de Comendador, del Gobierno colombiano, y el Max Hispanoamericano de las Artes Escénicas, en España.
Justo en 2008, Fanny Mikey celebraba sus 60 años de carrera artística. Unos festejos que empezaron con una excelente edición del XI Festival Iberoamericano, en marzo pasado, y lo continuaba como actriz con la gira de la obra Perfume de arrabal y tango que se presentaba en Cali. Precisamente la ciudad que, tras llegar a Colombia en 1959 en pos de un amor, cambió su destino cuando llegó a principios de los sesenta y se vinculó al Teatro Experimental de Cali (TEC). En 1978 participó en la creación de la Fundación Teatro Nacional.
Actriz, directora, gestora cultural y promotora de teatro, Fanny Mikey entraría en la historia de la cultura latinoamericana cuando en 1988, junto al colombiano Ramiro Osorio, organizó, para los festejos del 450º aniversario de Bogotá, el Festival Iberoamericano. Su capacidad de convocatoria en estos 20 años ha reunido a 520 compañías de los cinco continentes. Este año, por ejemplo, participaron 142 grupos de 45 países, con 785 funciones en salas, coliseos, estadios, plaza de toros, colegios, centros comerciales o parques. Dos semanas, empezando por la de Semana Santa, en las que todas las manifestaciones escénicas tomaron día y noche esta ciudad de siete millones de habitantes.
"Es uno de los festivales más hermosos del mundo, donde el poder de convocatoria de artistas y público sobrepasa la imaginación, con una Fanny Mikey alzada como icono del teatro", reconoce Luis Jiménez, director del Festival Don Quijote de París. "Con este último viaje de Fanny todos perdemos. He conocido a muy pocas personas que hayan amado y entregado tanto al teatro como ella", asegura Jiménez, que anunció que este año el Don Quijote, en noviembre, estará dedicado a ella.
Una fiesta. Eso era ella y su teatro. Y lo trasladaba a Bogotá en el festival, tras recorrer todo el mundo viendo e invitando obras y directores para mantener renovada su programación. Del francés Peter Brook al italiano Paolo Magelli, de los españoles Els Comediants y Tomás Pandur al teatro Malandro de Suiza; de los japoneses de Dump Type a los británicos de la compañía de Akram Kahn; de la ópera de Pekín al teatro Cinema de Chile o la Royal Shakespeare Company.
Lo mejor del teatro contemporáneo ha pasado por allí. Una labor que ha permitido fortalecer la tradición teatral de Colombia y servido de escaparate para tantas compañías. Y, sobre todo, consiguió que la gente quisiera al teatro, y lo esperara; y que el teatro cumpliera su sueño: convivir con la gente. "Hemos logrado demostrar que arte y cultura están emparentadas con la fe, con cualquier fe", dijo el pasado marzo. Lo principal para ella era el actor, dijo recientemente a EL PAÍS: "Cuando uno se sienta a ver a un actor en carne y hueso, y cómo plantea problemas o asuntos que a uno también le interesan e inquietan, no tiene comparación. Esa sensación de verdad se ha recuperado, tras unos años eclipsada por las tecnologías. ¡El actor es el rey del teatro!".
Mikey actuó en más de sesenta obras, en televisión, participó en cinco café-conciertos, dos películas y dirigió media docena de piezas. "Es sin duda una de las figuras más importantes del teatro latinoamericano", afirma Ángel Martínez Roger, director de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD) de Madrid. Él tuvo la oportunidad de conocerla y visitar el Festival Iberoamericano del que tanto había oído hablar: "En verdad es un espectáculo sorprendente. Sobre todo por la capacidad que tenía ella para conciliar más de 40 países en 500 funciones. Su humanidad y personalidad eran arrolladoras".
Una obra que es referencia, según Juan Margallo, ex director del Festival Internacional de Teatro de Cádiz. Cuenta que no ha visto a una persona con tantas armas en un festival como el de Bogotá: "Tenía una gran capacidad de trabajo y de convocatoria. Ése es su legado, el poder organizar algo de tan alta calidad y variedad". El mérito se multiplica, dice, porque, "el último país donde uno pensaría que se pudiera organizar un macrofestival que convocara a tantos artistas y millones de personas es Colombia. Pero ella demostró no sólo que eso era posible sino también que lo convirtió en referencia". No en vano, el lema con el que empezó el festival en 1988 fue: "Un acto de fe en Colombia". Y en su intervención para clausurar la edición pasada afirmó que "el show debe continuar", mientras los millares de asistentes al parque Simón Bolívar coreaban: "¡Gracias, Fanny!". Gracias.

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